«No consigo dormir. Tengo una mujer atravesada entre los párpados.
Si pudiera, le diría que se vaya; pero tengo una mujer atravesada en la garganta».
Eduardo Galeano
Últimamente estoy monotemático. Siempre que me siento frente al teclado me vienen un millón de imágenes y parábolas a la yema de los dedos, pero todas son sobre lo mismo. Ante tan homogeneo panorama retórico, he decido que voy a escribir precisamente sobre eso.
Hay días en que uno llega a la máquina cansado, acalorado y efusivo por culpa del transporte. Eso provoca una semana en que solo se habla de las guaguas, de su insoportabilidad acompañada de su inevitabilidad, del martirio del pasajero y la indolencia de los funcionarios de transporte.
En otras ocasiones, generalmente después de caminar por la calle Obispo y tomar café en El Escorial, se puede escribir únicamente sobre la belleza de La Habana a pesar de su piel arrugada y llena de escaras. De esa historia de mafiosos y divas. De los tiempos raros en que en el Hotel Nacional podían coincidir Meyer Lansky y Nat King Cole.
Cuando comes arroz con huevo frito, solo puedes hablar del agromercado. Cuando se te va un amigo, solo puedes tratar la emigración. Cuando se te muere un ser querido, solo puedes hablar de la vejez: haces la crónica de remembranza sobre los abuelos.
Existe un tema que nunca se pone viejo. Si usted tiene un blog, podrá publicar cuanto quiera sobre el risible estado de la prensa en Cuba, la tortuguesca velocidad de Internet, o la magna e incomprendida misión de los impólutos blogueros cubanos.
Siempre, por supuesto, a falta de musa, se puede postear una canción de Silvio o de Sabina, acompañada de una frase de aprobación. No se olvida, lógicamente, poner el link al video del tema en cuestión en YouTube, para que tus tres amigos en Cuba que tienen velocidad suficiente, lo vean.
El problema real no es la falta de musas. Musa tengo, pero es una sola, una musa sobrecumplidora, vanguardia, incansable. ¡Cabrona musa que trabaja horas extras sin salario!
Esa mujer que se convierte en espejuelos, en teclado y en micrófono, es absolutamente contraproducente. Cuando se tiene una mujer enconada en la glándula creativa (como una piedra en los riñones), uno se siente culpable y le da pena.
Sí, da pena no escribir sobre el PIB, los lineamientos, la ley de pago de los deportistas o la barbaridad de que la bloguera esa esté nominada al Nobel de la Paz.
Siempre que me siento frente al teclado me vienen un millón de imágenes y parábolas a la yema de los dedos, pero todas son sobre lo mismo. ¡Cabrona musa que trabaja horas extras sin salario!
Quiers mis remedios para dormir? o para atrapar musas? un beso felicidades!!
Ah ya sé, no tenías nada que hacer y te hiciste un blog… dadá para colmo!
Ayer una amiga me comentó de este blog, que no había leído y que iba a buscar. Me habló de lo inteligente y maduro de este joven periodista de la revista Buenos Días, que no veo porque salgo temprano al trabajo, pero deje: Vamos a buscar y he leído esta entrada y disculpa, pero he muerto de risa con el comentario de Matissa.
No es que la entrada este carente de cosa alguna, que si uno quiere encuentra musas y temas variados con solo estrujar un poco las sinapsis, es que Matissa me recordó viejos tiempos y formas de ver.